Raúl de Sagastizabal*
En realidad, muchos están malinterpretando este momento e ignorando las lecciones que dejaron las crisis del pasado. Un compromiso común -y una disputa- están en la agenda del G-20 en Pittsburg.
El compromiso es demasiado vago, como las promesas formuladas en Londres: mantener los paquetes de estímulo fiscal para sostener la frágil recuperación económica, y continuar implementando medidas coordinadas para sentar las bases de un crecimiento sustentable y evitar la repetición de crisis financieras como la que hoy nos agobia.
Recordemos que las "medidas coordinadas" acordadas en Londres se redujeron a grandes paquetes de rescate del sistema bancario y financiero, y medidas de estímulo fiscal para fomentar el consumo interno, que cada país aplicó a su manera y con diferentes grados de éxito.
Y tengamos en cuenta que en estos meses, en contra del compromiso asumido, los miembros del G-20 han adoptado más de 100 medidas proteccionistas y que más del 90% de los bienes comerciados en el mundo han sido afectados por algún tipo de medida de ese género.
A la luz de lo anterior, poco debemos esperar de este nuevo compromiso, en cuanto al futuro de la cooperación mundial y la solución de problemas urgentes y cruciales, como el desempleo, el hambre y la miseria, sobre todo para los pequeños países en desarrollo.
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